Un reciente estudio de la revista médica The Lancet expuso que tres cuartas partes de los países del mundo presentarán tasas de natalidad inferiores a las de reemplazo (2,1) para el año 2050. Para el 2100, el 97% alcanzará tasas de natalidad inferiores a las de reemplazo.

El historiador Kenneth Clark afirmó hace cincuenta años: “La falta de confianza, más que ninguna otra cosa, es la que acaba con una civilización.  Nos podemos destruir con cinismo y desilusión, tan eficazmente como con bombas”.

Hace más de una década leí que en Japón se vendían más pañales para mayores que para niños.  Recientemente, uno de los mayores fabricantes del país, Oji Nepia, anunció que detendrá la producción de pañales para bebé y se centrará solo en pañales para ancianos.

No nos engañemos: Japón es solo un espejo en el que se reflejará nuestro futuro.

Un reciente estudio de la revista médica The Lancet expuso que tres cuartas partes de los países del mundo presentarán tasas de natalidad inferiores a las de reemplazo (2,1) para el año 2050.  Para el 2100, el 97% alcanzará tasas de natalidad inferiores a las de reemplazo.  Para entonces, la mitad de los nacimientos mundiales ocurrirá en el África negra.  Somalia, Chad y Níger serían, junto con Tayikistán, y las islas Tonga y Samoa en el Pacífico, los únicos países con tasa de reemplazo positiva.  En 2100 la mitad de la población del planeta podría residir en África.

Aunque la ONU predice que la población mundial se estancará al llegar a los 10.400 millones de habitantes hacia 2080 (actualmente somos 8.000), se basa en hipótesis quizás agresivas. Otros centros demográficos como el Wittgenstein predicen que la población mundial no llegará a 9.700 millones de personas, y la contracción se producirá hacia 2070.  Es muy posible que, por primera vez en la historia reciente de la humanidad, el número de habitantes del planeta se reduzca sin causas asociadas a pandemias o a guerras.

La región del mundo llamada a experimentar la mayor caída de población será, con mucha diferencia, Asia.  Corea del Sur presenta tasas de natalidad de 0,8, y China, de 1,2.  Japón se sitúa en 1,3 (al igual que España).  En un escenario en el que la natalidad no se recupere, China podría perder más de dos tercios de su población a finales del siglo XXI.   La población de la envejecida Europa podría reducirse en solo un 4% hacia 2070, en parte por su mayor apertura migratoria, ya veremos si sostenible en el tiempo.  A su vez, existe bastante evidencia sobre cómo las políticas que buscan fomentar la natalidad a través de dinero han generado escasos resultados (Finlandia, Hungría, Corea del Sur…).  Como afirmaba recientemente John Burn-Murdoch en el Financial Times, los países de la OCDE han triplicado desde 1980 su gasto per cápita en programas de apoyo a la natalidad y, sin embargo, esta ha bajado de 1,85 a 1,53.  La principal causalidad asociada a la natalidad es, según este autor, cultural, en el sentido anglosajón del término, derivada de factores como la procreación en pareja, relacionada con mayor natalidad que la monoparental.

Las implicaciones de esta “implosión” demográfica pueden ser mayúsculas.  El cambio climático presentará sus mayores efectos en latitudes meridionales como las africanas, lo que acentuará los movimientos migratorios.  Fronteras que presenten enormes desequilibrios en términos demográficos y de PIB per cápita verán su presión aumentar intensamente.  Si hoy en día ya se afrontan crisis migratorias en la frontera entre EEUU y México, o entre Europa y África, la situación no ha hecho más que empezar.

Menor nivel de nacimientos desemboca en menor nivel de crecimiento económico agregado, salvo si se opta por políticas de inmigración masivas, algo que presenta efectos políticos y sociales a veces no deseados.  Una población envejecida suele ser también menos innovadora, lo que se asocia a menores crecimientos de productividad.  Una economía a largo plazo solo crece de dos formas: por horas trabajadas y por productividad por hora trabajada.  Salvo que la inteligencia artificial generativa comience a generar resultados en forma de mayor productividad, nuestras sociedades se verán abocadas a crecimientos económicos exiguos, algo muy preocupante si se tiene en cuenta que el envejecimiento intensificará aún más la presión en las cuentas públicas de los estados del bienestar, por mayor gasto en pensiones y sanitario.

La historia marca relaciones entre los colapsos demográficos y la caída de las civilizaciones. Otto von Bismarck escribió: “Solo un tonto aprende de sus propios errores. El hombre sabio aprende de los errores de los demás”.

¿Importa por lo tanto para quién producimos pañales?