Ante la dramática situación que atraviesa nuestra nación con relación a la vivienda, surgen voces que reclaman soluciones populistas para afrontar la crisis.
Decía Keynes que es mucho más fácil para el ser humano equivocarse junto a los demás que enfrentarse a la multitud y decir la verdad. Ante la dramática situación que atraviesa nuestra nación con relación a la vivienda —o, mejor dicho, a la ausencia de vivienda—, surgen voces que reclaman soluciones populistas para afrontar la crisis. Muchas de ellas se sustentan en mitos, ya que no están avaladas ni por la literatura científica ni por ejemplos de éxito internacionales. Veamos algunos.
En primer lugar, el llamado “fallo de mercado”. Hace poco, un político escribía que la ausencia de vivienda en España mostraba un “fallo de mercado” y que, dado que se trata de un bien esencial, debía ser objeto de intervención. El artículo no mencionaba que el mercado de la vivienda ya está intervenido y que la escasa producción está íntimamente ligada a la falta de oferta de suelo finalista. Este factor limita la oferta, encarece los precios y es responsabilidad (e irresponsabilidad) de la inacción de una buena parte de la clase política local a la que él mismo pertenecía. Por otro lado, los alimentos son también un bien esencial, y tras la subida de precios de 2022, se podría abogar por que existe otro “fallo de mercado” y por lo tanto intervenirlos. Eso fue precisamente lo que hizo Stalin entre 1930 y 1933, con un resultado trágico: siete millones de muertos de inanición. La realidad es que el “fallo de mercado” lo ha generado el sector público y el exceso de intervención, no al revés.
En segundo lugar, la limitación de precios los reduce. Falso. Existe abundante literatura académica al respecto y la inmensa mayoría coincide en que este tipo de políticas lo que hacen es limitar la oferta de vivienda, lo que acaba provocando un aumento de precios en el medio plazo. Por si fuera poco, la oferta restante suele destinarse a los inquilinos más pudientes (con menor riesgo de impago), desplazando así del mercado a las familias más humildes. En el año 302, el emperador Diocleciano también impuso controles a los precios de 1.000 artículos y declaró la pena de muerte para los “especuladores”; Robespierre intentó algo parecido durante la Revolución Francesa. Ambos fracasaron estrepitosamente. Si los precios son elevados, la solución es producir más bienes, como dicta el más elemental sentido común.
El tercer mito: la ley de la oferta y la demanda no funciona con la vivienda, tal y como comentaba en televisión recientemente otro destacado político “nacional”. Un agudo experto del sector apostilló: “la ley de la gravedad tampoco”, observación que puede ser cotejada con un sencillo experimento: basta con arrojar una moneda en una vivienda y ver si sube o baja. La realidad es que la demanda está íntimamente relacionada con la política migratoria. Cada año llegan a España unos 500.000 inmigrantes netos, lo que se traduce en la formación de unos 165.000 hogares anuales. Sin embargo, España construye unas 85.000 casas. Como la demanda supera la oferta, los precios suben la friolera de un 12% el último año. Oferta y demanda. Elemental.
Cuarto mito: la culpa de la situación de la vivienda es de los “fondos buitre”. Ante situaciones de dificultad, el ser humano está programado para buscar un “culpable”. Explicación sencilla a un problema complejo. Este sencillo —y a la vez repugnante— mecanismo anímico ha provocado a lo largo de la historia episodios como las matanzas de judíos culpados de la peste negra en el siglo XIV o la muerte en la hoguera de decenas de miles de supuestas “brujas” en Alemania acusadas de la escasez generada por la Guerra de los Treinta Años, por no hablar de episodios aún más ignominiosos vividos y no vividos en el siglo XX. La realidad es que la inmensa mayoría de las viviendas en España son propiedad de pequeños propietarios.
La solución al problema de la vivienda en España consiste en aumentar la oferta, especialmente la oferta de vivienda asequible. Eso pasa por producir suelo finalista intensamente y por reducir la enorme carga fiscal asociada a la vivienda, ya que suelo e impuestos representan prácticamente la mitad del precio de venta de una casa. Ambos están íntimamente ligados al sector público. Ahí es donde debe centrarse la génesis de la discusión, no en los chivos expiatorios.
¿Por qué surgen los mitos? El gran maestro Jung afirmaba que emergen del inconsciente colectivo que se transmite involuntariamente de una generación a otra. Un grupo de investigadores estadounidenses analizó el problema de la vivienda, preguntando a numerosas personas cómo solucionar el problema del encarecimiento de diferentes bienes y servicios. La mayoría respondía correctamente, entendiendo que, si los precios eran altos, aumentar la producción los reduciría. Sin embargo, cuando la pregunta se refería a la vivienda, una gran parte mostraba una enorme confusión, al no discernir que la vivienda es un bien más, sujeto a oferta y demanda. Por eso es tan importante la pedagogía: para hacer frente a los mitos con los fundamentales.
Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma, como afirmó el mismo Jung.