Indicadores clave como los Credit Default Swaps (CDS) o la rentabilidad del bono a diez años sitúan, a día de hoy, a Estados Unidos por detrás de economías tradicionalmente más vulnerables.
En su monumental Rise and Fall of the Great Powers, Paul Kennedy afirma que, aunque entre 1566 y 1654, el Imperio español recibió la considerable suma de 121 millones de ducados de ingresos provenientes de América, el gasto militar asociado a la guerra contra Holanda ascendió a 218 millones de ducados. En otras palabras; la España de Felipe II, III y IV perdió la guerra, y a la postre, su Imperio, por un desgobierno fiscal continuado que le llevó a gastar más de tres cuartas partes de los ingresos públicos en pagar intereses de deuda, principalmente, y en gastos militares no estratégicos para España (aunque quizás sí para la familia Habsburgo).
En el discurso inaugural de su segunda presidencia, Donald Trump citó a Napoleón: “Aquél que salva a su nación, no viola ninguna ley”. Observando las cada vez más frecuentes transgresiones de la Administración al imperio de la ley, podemos advertir la segunda parte del “razonamiento”, razonamiento que, por cierto, no se aleja mucho del de algunos “líderes” europeos. Con todo, cuando analizamos la primera proposición, la mesiánica “salvar a la nación”, conviene cuantificar su impacto.
A fecha de hoy, el riesgo de quiebra de EEUU, medido por los Credit Default Swaps (CDS), factor que cuantos menos puntos básicos supone mejor riesgo y viceversa, se sitúa en 52 puntos básicos, nivel muy similar al de Grecia e Italia, y superior al de China (46). A modo de comparación, Francia y España se mueven en la zona de los 30-35 puntos básicos; Portugal, Reino Unido y Japón, en la de los 20-30; y Alemania, Suiza, Holanda, Suecia, y Australia, en el rango 10-15. El hecho de que el CDS portugués cotice a un nivel más seguro que el español debería llevarnos a reflexionar sobre la supuesta “virtud” de que España no haya sido rescatada, especialmente cuando comparamos la sostenibilidad fiscal patria frente a la lusa.
El CDS estadounidense se situaba en 15 puntos básicos hace seis meses, menos de un tercio del nivel actual, luego uno debe plantearse si las políticas implementadas desde el cambio de presidencia están salvando a la nación o más bien están produciendo el efecto contrario. Si analizamos la correlación entre CDS y calificación crediticia, como ha señalado recientemente la gestora estadounidense Apollo Global Management, los niveles más seguros de calificación (AA y AAA) son coherentes con rangos de 10-15 puntos básicos de CDS. EEUU es en teoría un AA, sin embargo, su riesgo de impago actual refleja calificaciones más cercanas a BBB+, muy inferiores a las actuales.
Si observamos los mercados de bonos, el estadounidense a diez años, referente por su liquidez, cotiza al 4,5%; el italiano, al 3,5%; el francés y el griego, al 3,3%; el español, al 3,2%; el portugués, al 3%; y el alemán, al 2,6%. Es decir, los mercados reflejan en la mayor rentabilidad del bono americano no solo un nivel de riesgo de quiebra más elevado, sino también un entorno de más inflación, de tipo de interés real y de riesgo de medio plazo (term premium), factores que se traducen que el gobierno de EEUU se financie en mercado a un tipo 1,2% superior al griego a pesar del “privilegio especial” que supone emitir deuda en la divisa de reserva. Por otro lado, es interesante reflexionar sobre el hecho de que el bono francés y el griego coticen actualmente al mismo nivel, nivel por cierto más arriesgado que el portugués. Asimismo, es relevante señalar que el diferencial de riesgo entre España o Italia y Alemania se ha reducido de los 600-700 puntos básicos en 2012 a los actuales 60-100.
Es cierto que un CDS es un “seguro” que se compra a un banco de inversión para cubrir un riesgo, en este caso un impago soberano, y que, si EEUU quebrara (evento muy poco probable por muchos motivos), lo haría también una gran parte del sistema financiero, incluido, casi con total seguridad, el banco que haya “vendido” el seguro, por lo que el “beneficiario” tampoco cobraría. También es cierto que el mercado de CDS a veces resulta ilíquido y los precios no siempre reflejan todos los fundamentales. No obstante, la preocupante evolución del CDS de los EEUU y de la rentabilidad de su bono a diez años (que se situaba hace seis meses en el 4,23%, es decir unos 25 puntos básicos menos que ahora) apuntan a una senda peligrosa. ¿Qué subyace?
EEUU lleva muchos años abusando de su política fiscal. Como señalaba hace poco Mario Draghi, su déficit estructural (el que se genera con independencia del ciclo económico) alcanzó un -3,9% de PIB entre 2009 y 2019, años en los que la zona euro presentó un superávit del 0,3%. Desde 2020, el déficit medio de EEUU ha alcanzado, en promedio, el 8,9% de PIB, frente al 4,4% de la zona euro. Actualmente la deuda soberana estadounidense en manos del público asciende al 97% de PIB, frente al 88% de la zona euro. Con todo, si la “gran y bella” reforma fiscal de Trump es aprobada por el Senado, el déficit aumentará y la deuda podría alcanzar el 129% de PIB en diez años.
Es cierto que Grecia presenta una deuda pública más elevada que EEUU (154% de PIB). Sin embargo, tras las reformas estructurales aplicadas tras su intervención durante la crisis, el país acumula un superávit fiscal primario (antes del pago de intereses) del 0,8% de PIB desde 2015, que contrasta con el -4,3% de EEUU, lo que nos viene a decir que, aunque el nivel de deuda de Grecia sea mayor, su “flujo fiscal” es mejor.
Es conocida la “ley de Ferguson” que predice que cuando un país gasta más en intereses de deuda que en sus fuerzas armadas, se avecina su decadencia, como la de la imperial España. A la vista de los números, convendría razonar si Trump está “salvando” a su nación al igual que los Felipe de la casa de Habsburgo hicieron con España.