Por primera vez en años, la economía de la zona euro crece más que la de Estados Unidos.
La semana pasada conocimos que la economía de la zona euro creció un 0,4% intertrimestral, en tanto que la estadounidense se redujo un 0,1%. En términos anualizados, la primera creció un 1,6% frente al decrecimiento del 0,3% de la segunda. Es la primera vez en años que se produce un crecimiento económico mayor en la zona euro que en EEUU.
Alemania creció un 0,2%, frente a un decrecimiento del 0,2% el trimestre anterior. Francia, un 0,1%, frente a un decrecimiento de un 0,1% en el anterior. Italia creció un 0,3% (0,2% en el cuarto trimestre) y España un 0,6% (0,7% también en los tres últimos meses del año). Es cierto que durante el primer trimestre la zona euro se ha podido beneficiar de factores coyunturales, como el inusual crecimiento irlandés, muy ligado a sus volátiles exportaciones de servicios no turísticos, o por las exportaciones alemanas de marzo, que pudieron beneficiarse de órdenes elevadas desde EEUU para acumular inventario antes de la imposición de aranceles. Es igualmente cierto que el crecimiento español hubiera podido ser una décima mejor si excluimos elementos más volátiles, y que Portugal tuvo un trimestre negativo por factores también coyunturales. En cualquier caso, el consumidor europeo parte de niveles de sobre ahorro (justo lo contrario de lo que ocurre con el estadounidense), los tipos de interés están a la baja y las casas de la zona euro han comenzado a subir, y Alemania ha dado un giro a su política fiscal, factores que apuntalan riesgos alcistas al crecimiento futuro, especialmente si la aplicación final de los aranceles acaba siendo pragmática, tal y como parecen estar descontando actualmente los mercados.
Si nos centramos en EEUU, el decrecimiento intertrimestral presentó también factores coyunturales. El más importante es el inusual aumento de importaciones, en especial de las provenientes de China, con el objeto de acumular existencias antes de la entrada en vigor de los aranceles. Como consecuencia, EEUU presentó el mayor déficit comercial de su historia, algo que nos recuerda también que, durante el primer mandato de Trump, este desequilibrio terminó en una situación peor que en la que comenzó. Si excluimos otros factores más coyunturales es posible que la economía norteamericana hubiera crecido cerca de un 1,5% anualizado el primer trimestre. Con todo, el principal riesgo del crecimiento económico de EEUU se observará el segundo trimestre, ya que el efecto de los anuncios arancelarios del 2 de abril será patente precisamente a partir de ese mes. Por un lado, sabemos que, según la Universidad de Michigan, la confianza del consumidor estadounidense se ha hundido hasta niveles muy bajos, solo observados en los años ochenta. Además, sus expectativas de inflación de los consumidores a un año vista han subido hasta el 6%, niveles superiores al crecimiento de salarios. Por último, el porcentaje de consumidores que anticipan un aumento del desempleo en los próximos doce meses ha crecido exponencialmente, factor que suele preceder a una contracción preventiva de gasto, algo que a su vez ha provocado recesiones pasadas.
Más ahorro, menos consumo
En mi opinión, la confluencia de un consumidor bajo de moral, con expectativas de inflación superior a los crecimientos salariales y con temores de un repunte del desempleo generará una reacción que ya hemos visto en el pasado: ahorrar más y consumir menos. Dado que el 70% del PIB de EEUU depende del consumo la situación futura puede ser precaria. Es cierto que los datos de consumo de marzo fueron razonables (mejores que en enero y en febrero) pero podría también estar ligado a la compra de productos importados, como juguetes o electrónica, antes de la imposición de aranceles. Los norteamericanos destinan actualmente un 4% de su sueldo al ahorro, nivel inferior a su media histórica. Todo apunta a que próximamente incrementarán esa proporción, lo que pondrá en riesgo el crecimiento futuro.
EEUU presenta palancas muy limitadas para hacer frente a la desaceleración. La Fed apenas cuenta con margen para bajar tipos, con inflaciones subyacentes anualizadas un punto por encima de su objetivo, y con el riesgo de que los aranceles las acaben elevando al 4%. A su vez, el enorme déficit fiscal del país (6,3%, porcentaje que podría ascender al 8% una vez se apruebe la extensión de los recortes fiscales aprobados en el pasado, cifras siempre antes de una posible recesión), limita el margen de actuación para estimular a la economía fiscalmente.
Creo que un análisis más estructural de ambas economías también apunta en la dirección que señala la coyuntura.
Tucídides, en el discurso fúnebre dedicado a los soldados atenienses caídos en batalla frente a Esparta, pone en boca de Pericles las siguientes palabras: “Nuestra constitución es una democracia porque el poder reside no en las manos de una minoría, sino en las del conjunto del pueblo. Si se trata de dirimir una disputa privada, todos son iguales ante la ley (…). Nuestra ciudad está abierta al mundo, a nosotros nos parece tan natural disfrutar de los bienes extranjeros como hacerlo de los nuestros”. Tucídides hacía referencia a que el arancel que aplicaba Atenas en el siglo V a. C. y que enriqueció tanto a su ciudad era el 2%, por cierto, muy cercano al 1,7% de los EEUU hasta el “día de la liberación”.
El futuro nos dirá si estas nociones expuestas por Pericles y nacidas en Europa —que tanto bien depararon en EEUU— están volviendo a su cuna, y si el crecimiento, una vez más, será el espejo de las ideas que en el pasado han funcionado generando prosperidad, tal y como nos ha mostrado la historia.