Los costes laborales y la productividad pueden permitir a España aspirar a tener un papel importante en el fenómeno de la relocalización

El fundador de la revista “The Economist”, Walter Bagehot, escribió: “las dificultades prácticas de la vida no pueden ser afrontadas con reglas sencillas; dado que los peligros son múltiples y complejos, las reglas para hacerles frente no pueden ser ni sencillas ni simples; un remedio uniforme para múltiples enfermedades acaba a menudo matando al paciente”.

Cuando las economías afrontan retos tan formidables como los que hemos vivido durante los últimos quince años es normal que se ensalcen soluciones “sencillas” (como levantar un muro en Tejas) para hacer frente a tantos males. Sin embargo, no funcionan. De hecho, una publicación académica reciente ha mostrado cómo los países que acogen gobiernos populistas acaban pagándolo en forma de un empeoramiento de las condiciones de vida*. Tras algo más de una década del inicio de un régimen populista la renta per capita se sitúa a un nivel un 10% inferior a la que se hubiera obtenido con un régimen convencional, mientras, los datos de desigualdad de ingresos tampoco mejoran; las supuestas redestribuciones no ocurren, y el resultado final es un empobrecimiento generalizado. El “paper” cita que los resultados son muy parecidos tanto si gobiernan populismos de derecha como los de izquierda. También expone cómo la duración media de un gobierno populista se sitúa entre cinco y seis años, comparado con los tres de duración media de un gobierno convencional. Son datos que nos debería hacer reflexionar a todos.

Pues bien, a expensas de analizar en detalle las soluciones complejas que la compleja realidad nos depara (lo que se denomina una “policrisis”), sí es importante plantear con flexibilidad ciertas oportunidades relativamente sencillas que puedan al menos generar nichos de crecimiento estable. En mi opinión, el fenómeno de “reshoring”, o “onshoring” (llamémoslo relocalización), que hace referencia a la posible vuelta de una porción de la actividad fabril deslocalizada las últimas décadas hacia países emergentes de menor coste laboral, representa una de esas oportunidades.

La idea de la relocalización es relativamente sencilla: la disrupción de las cadenas de suministro experimentada tras el covid, el progresivo encarecimiento de la mano de obra emergente, la subida del precio del transporte y el riesgo arancelario y geopolítico que supone cadenas extensas de producción provocan que se replantee reducir dichos riesgos mediante traer de vuelta una parte de la producción a países occidentales.

Es importante, con todo, no lanzar campanas al vuelo. Sigue existiendo un importante diferencial entre costes laborales, y la actividad fabril no se pone y se quita de un día para otro. Además, no hay que confundir la relocalización con la política consistente en reducir dependencia de fabricación de un solo país, China, algo que se denomina “desinificación” y que conlleva mover fábricas desde China hacia otros países, en general de Indochina.

Diferentes encuestas entre fabricantes norteamericanos en China exponen cómo, debido a los factores arriba reseñados, solo una de cada cinco fábricas es susceptible de ser “relocalizada”. Con todo, al observar este flujo, una parte importante de esta relocalización se está centrando en el norte de México, no en EEUU, ya que los salarios son más competitivos, el coste del transporte se reduce mucho, y el riesgo arancelario se reduce casi al máximo.

Pues bien, si realizamos un paralelismo con la industria europea no sería de extrañar si se relocaliza un porcentaje de actividad parecido al expuesto por los fabricantes norteamericanos. Ahora bien, si por ejemplo un fabricante alemán decide relocalizar una fábrica desde China ¿tiene sentido reabrirla en Alemania donde el coste laboral por hora trabajada se sitúa en 37 euros y la productividad por hora en 68 o bien abrirla en España donde el coste laboral está en 22 euros y la productividad en 51? La respuesta es bien obvia: aunque hay que ajustar los datos sectorialmente, las cifras de España son tan competitivas que nos puede permitir aspirar a desempeñar un importante papel en el fenómeno de la relocalización. La producción se situaría en la zona euro, sin riesgo arancelario, con suministro energético relativamente diversificado y permitiría aumentar las exportaciones de España, en este casi hacia Alemania. Además, permitiría hacer subir el peso del sector industrial en nuestro PIB, algo que suele generar una importante contribución en generación de empleo de calidad. España no es México, nuestros salarios son más elevados, pero también nuestra productividad, con un riesgo geopolítico mucho menor.

Una vez leí que “un hecho es información menos emoción; una opinión es información más experiencia; la ignorancia es una opinión sin información, y la estupidez es una opinión que ignora los hechos”.

Pues ojalá que entre todos podamos perseguir con información y experiencia estas oportunidades que generan este mundo tan complejo para nuestro país.

 

*Funke, Manuel; Schularick, Moritz; Trebesch, Christoph (2020) : “Populist leaders and the economy”, ECONtribute Discussion Paper, No. 036, University of Bonn and University of Cologne, Reinhard Selten Institute (RSI), Bonn and Cologne