Cuando analizamos las acciones llevadas a cabo por diferentes gobiernos frente a la crisis, así como el asimétrico impacto de la misma, podemos formular interesantes paradojas

Decía Gandhi que las acciones reflejan prioridades. Cuando analizamos las acciones llevadas a cabo por diferentes gobiernos frente a la crisis, así como el asimétrico impacto de la misma dentro de los propios países, podemos formular interesantes paradojas.

Así, conocemos que el covid incide más en zonas con temperaturas más bajas y menos en aquellas que disfrutan de mayor calor. Por ejemplo, aunque las estadísticas de África puedan cuestionarse, a fecha de hoy se cuentan menos de 2.500 muertes por covid en todo el inmenso continente, menos de una décima parte de los fallecimientos oficiales en España. Diferentes publicaciones han mostrado, con estudios ‘post mortem’, cómo la eficiencia de la transmisión dependía de la temperatura, y si se observan las incidencias acumuladas, es fácil derivar cómo países más fríos a estas alturas del año como los EEUU presentan mayor nivel de infección que otros más cálidos como puede ser México.

Aplicado a España, también se puede observar cómo las incidencias acumuladas en comunidades más cálidas del sur, como Canarias, Andalucía o Murcia, son inferiores a las de comunidades más frías del norte como Castilla y León o el País Vasco. La paradoja resulta del hecho de que los efectos económicos del covid en forma de desempleo están siendo mucho más intensos en las comunidades del sur que en las del norte. El motivo no es otro sino la mayor ciclicidad de las comunidades más expuestas a servicios, a la construcción y al trabajo temporal (más presencia en el sur) y la menor ciclicidad relativa de economías más expuestas a la industria (que aunque sufre, sufre menos que el sector servicios durante esta crisis) o aquellas con núcleos de profesionales que pueden teletrabajar (en España, aproximadamente un 32% de los oficios se puede realizar telemáticamente, frente a por ejemplo un 44% en el Reino Unido, de nuevo mostrando una diferente configuración sectorial).

La segunda paradoja analiza la reacción más o menos exitosa de gobiernos ante la crisis sanitaria y su impacto en la economía. La regla de oro para gestionar una pandemia es actuar pronto. Aquellos países que tomaron medidas en menos de dos semanas desde que se declaró el primer caso pueden hoy presumir de haber llevado a cabo una gestión exitosa de la pandemia. Así, por ejemplo, destaco Taiwán, Nueva Zelanda, Alemania, Grecia o Portugal. Los países que esperaron más tiempo, como EEUU, Reino Unido, Francia o España, aunque luego reaccionaran con dureza en los confinamientos, ya no pudieron evitar la enorme propagación del covid generada durante las semanas previas, y de ahí resultan muy superiores tasas de infección y de fallecidos por cada millón de habitantes comparados con los primeros países.

Sin embargo, observaremos cómo países de reacción rápida como Grecia experimentarán históricas caídas de su PIB similares a las de otros países que reaccionaron más tarde como España. El motivo no es otro sino la dependencia de ciertas economías de sectores más cíclicos, como el turismo en el caso de Grecia. Por otro lado, países eficientes en su gestión como Corea del Sur están observando caídas históricas de exportaciones, por lo que la gestión sanitaria posiblemente no redunde en un dividendo económico, ya que se da la paradoja de que países competitivos y exportadores (como España o Corea del Sur) sufrirán en sus carnes la crisis debido al hundimiento de la demanda mundial, hayan actuado peor o mejor sanitariamente. El que China mejore en términos relativos su producción desde marzo también es paradójico, ya que la producción se puede sostener si alguien la compra… Como las ventas minoristas chinas siguen deprimidas y la demanda global también, cabe cuestionarse la sostenibilidad de la ‘recuperación’.

La tercera paradoja estriba en el gasto social. En general, si sumamos el gasto en pensiones, en sanidad, en prestaciones de desempleo y en educación como porcentaje de PIB, no se observan importantes desviaciones en su suma total dependiendo de si un país tiene gobiernos “progresistas” o “conservadores”, y para evitar que el votante se fije en esto se generan muchas veces lides políticas sobre lo simbólico. El gasto social, que en general representa cerca de dos tercios del gasto público total, contribuye a ganar votos, por eso, si un país muestra déficit estructural (el que se genera del sencillo hecho de gastar más de lo que se ingresa con independencia del ciclo económico), existe poca apetencia de los políticos de uno u otro signo por abordar este problema, que sin embargo nos puede llevar a largo plazo a la quiebra.

Como decía Juncker, “los políticos sabemos lo que hay que hacer, el problema es ser reelegido”. La paradoja resulta del hecho de que los países que han abusado de dicho ‘gasto social’ en relación con los ingresos, o sea, que no han equilibrado sus cuentas los años ‘buenos’, hoy en día ante la crisis apenas tienen margen para estimular la economía. El resultado supone abultados incrementos en el desempleo, que se ceba especialmente con los contratos temporales, precisamente la gente más humilde y desprotegida (sobre todo, jóvenes). Los países que sí hicieron los deberes, como Alemania, hoy en día pueden movilizar ingentes cantidades de inyección fiscal, lo que salvará muchos empleos. La pregunta que surge es qué es lo más social, si equilibrar las cuentas los años buenos o bien entrar en una crisis sobrevenida con enormes déficits estructurales a golpe de encuestas que sin embargo rebotan en forma de intenso daño entre las personas más vulnerables cuando acaece una crisis.

Si volvemos a la cita de Gandhi, quizás estas paradojas nos sirvan para darnos cuenta de que dichas acciones o inacciones han mostrado las prioridades de los gobernantes.