Dicen que todo aquello que no se puede medir no se puede gobernar. Por lo tanto, es relevante centrarse en lo objetivo si queremos gobernar un barco que atraviesa una gran tormenta.

Dicen que todo aquello que no se puede medir no se puede gobernar. Por lo tanto, es relevante centrarse en lo objetivo si queremos gobernar mínimamente un barco que atraviesa una gran tormenta.

En los últimos días, hemos observado cómo las emociones entre políticos holandeses e ibéricos han saltado a flor de piel. El primer ministro portugués declaró como “repugnantes” las insinuaciones del ministro de Finanzas holandés al respecto de investigar a países del sur (en referencia a la piel de toro) para entender qué habían hecho mal en el pasado para ahora tener que pedir coronabonos como instrumento para poder financiar los estímulos necesarios para combatir el cataclismo vírico.

A expensas del debate emocional, que, como han señalado varios autores, tiene aristas en muchas direcciones, creo que corresponde aquí analizar el problema y las posibles soluciones con una dosis de frialdad, para así conseguir el objetivo que introduce esta columna.

Durante la crisis financiera, la eurozona creó el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE, o ESM en sus siglas en inglés) para actuar como un mini FMI de la zona euro que pudiera actuar proporcionando financiación a países miembros que afrontaran problemas fiscales, a cambio de una serie de condiciones para poder estabilizar a medio plazo las finanzas de dicho país. Al obtener respaldo de los países miembros de la zona euro, el MEDE obtiene la calificación crediticia más elevada (AAA), lo que se traduce en un coste financiero muy reducido.

Dada la emergencia económica generada por el coronavirus, nueve países han planteado al MEDE la posibilidad de que emita bonos o coronabonos (deuda mutualizada), para así obtener recursos financieros baratos para así hacer frente a la crisis.

En mi opinión, este remedio no es efectivo a fecha de hoy por diversas razones:

Primera, más importante que el tamaño del estímulo, resulta la rapidez a la hora de aplicar un estímulo. Ya vamos mal con los plazos de aplicar las medidas anunciadas y el instrumentalizar coronabonos tardaría varios trimestres, demasiado tarde para hacer frente a la emergencia actual.

Segunda, el MEDE exige unanimidad en su toma de decisiones, y en casos de extrema urgencia, aprobación por el 85%, calculado según la ponderación del peso de cada país en el MEDE, algo relacionado con el peso relativo de sus economías. Dada la oposición de Alemania, Austria, Holanda, Estonia y Finlandia, el coronabono no va a aprobarse.

Tercero, aunque los gobiernos de estos países dieran su brazo a torcer, la Constitución de alguno de ellos exigiría la aprobación parlamentaria, y es muy previsible que saliera denegada, dado que el votante no ha sido educado estos años sobre la complejidad resultante de tener una unión monetaria sin haber completado la unión fiscal y la bancaria. El proceso sería lento y además la decisión final muy posiblemente fuera un no.

Por lo tanto, más que debatir lo subjetivo, creo que es importante centrarse en soluciones objetivas. El MEDE pude conferir liquidez a países miembros que lo soliciten, cuenta con capacidad de financiación de hasta 410.000 millones de euros con el esquema actual. Los dos motivos por los que los países son reacios a pedir dicha ayuda son: a) la condicionalidad que llevaría aparejada (condiciones que pueden rememorar a los ‘hombres de negro’ del FMI, con su coste político) y b) el efecto estigma que puede generar el que un país pida ayuda al MEDE, ya que podría indicar que lo hace porque no tiene capacidad de financiarse en el mercado de bonos y letras soberanos.

Ambos ‘peros’ pueden solucionarse. La condicionalidad será mínima, muy ligada a comprobar que los fondos puestos a disposición del Estado miembro se utilizan en hacer frente a los gastos extraordinarios generados por la epidemia, así lo ha manifestado ya el director gerente del MEDE. El efecto ‘estigma’ se puede evitar si todos los países del MEDE, o muchos de ellos, solicitan a la vez la línea de crédito.

Mientras, los Estados seguirán obteniendo financiación en los mercados soberanos, ya que el BCE está comprando masiva y asimétricamente dichos bonos y letras, y la situación de la banca es mucho más sólida que en 2008, por lo que no se genera el efecto contagio entre banca y mercado soberano.

En mi opinión, a largo plazo, hay que completar la unión monetaria con los eurobonos. Máxime si el Tribunal Constitucional alemán juzga que las nuevas medidas del BCE, sin límites asociados a la compra de deuda de gobiernos, son inconstitucionales, algo que necesariamente abocará a la emisión de una curva de tipos de activos ‘libre de riesgo’ de la zona euro.

Sin embargo, la política es el arte de lo posible, y hoy los eurobonos o coronabonos no parecen ni posibles ni rápidos. Por eso, corresponde medir lo factible para gobernar. Las líneas de financiación del MEDE con mínima condicionalidad son el mejor recurso.