Decía ayer la CNN que, según una encuesta reciente, un 38% de los norteamericanos no compraría la cerveza Coronita bajo ninguna circunstancia debido al coronavirus

Decía este miércoles la CNN que, según una encuesta reciente, un 38% de los norteamericanos no compraría la cerveza Coronita bajo ninguna circunstancia debido al coronavirus. Aunque la propia cadena de televisión dejaba claro que no existe absolutamente ninguna relación entre la cerveza y el virus, esta anécdota nos puede permitir entender la descorrelación que siempre existe entre la racionalidad y la emocionalidad.

El miedo, fundamentado sobre una mezcla variable entre raciocinio y emociones, marca nuestro comportamiento, y puede provocar diferir decisiones de consumo o inversión, lo que afecta de lleno al crecimiento económico. Si este se reduce, entonces se resiente la facturación de las empresas, y las más sensibles (por lo general, pymes y empresas con baja cobertura entre beneficios operativos y gastos financieros) pueden sufrir intensamente. De dicho sufrimiento vía flujos de caja se pueden derivar decisiones como reducir plantilla, algo que afectaría al consumo como una segunda derivada, lo que a su vez generaría un círculo vicioso… El peligro es cuando esta situación de iliquidez temporal deviene en insolvencia debido a la imposibilidad de refinanciar vencimientos. El Covid-19 puede estar generando estos efectos con mayor o menor intensidad en economías relevantes, de ahí que sea importante entender las respuestas.

Para prevenir estos ‘shock de oferta’, los bancos centrales reaccionan mediante medidas más o menos acusadas. Observemos las primeras reacciones:

El banco central chino es consciente de que la crisis provocada por el coronavirus presentará un relevante impacto sobre su economía, y que la tendencia de la banca en esta situación será escorar los préstamos hacia las empresas más grandes en manos del Estado, a costa de reducir los flujos hacia las pymes. Como consecuencia, ha anunciado diversas medidas de estímulos de liquidez a la banca disponibles solo si esta liquidez se canaliza hacia las pymes, con el objetivo de afrontar la crisis de liquidez. A su vez, las autoridades fiscales han anunciado el retraso temporal de cumplimientos de pagos de impuestos indirectos y relacionados con los impuestos inmobiliarios. Esta última medida está destinada a afrontar el tsunami que puede afectar a los promotores chinos, que han visto cómo las ventas de hogares caen en más de cuatro quintas partes. Por otro lado, el banco central chino ha realizado una tímida bajada de tipos (10 puntos básicos), y es posible que anuncie reducciones de los coeficientes de encaje, de forma que libere liquidez en el sistema bancario para así intentar hacer frente a la crisis de efectivo que afrontan las empresas.

Como explicaba hace dos semanas, los efectos de la crisis son asimétricos. Los países más cercanos a China sufren más debido a que la mayor cercanía explica más relación comercial (vía exportaciones y turismo). En el caso de Japón, el gobernador de su banco central, Kuroda, ha anunciado la disposición del organismo para aumentar las compras de activos en mercado (‘quantitative easing’), algo que parece ya estar cobrando forma a tenor de los movimientos de los activos japoneses. Otros bancos centrales de la región, como el de Australia o el de Malasia, han anunciado ya un recorte de tipos, proceso que será emulado por otros países, especialmente aquellos sensibles a las materias primas. Con todo, la debilidad de las divisas emergentes podría generar inflación, y acabar limitando la posibilidad de bajar tipos en estos países, incluso con la posibilidad de que algún país emergente se vea obligado a subirlos a medio plazo.

La Reserva Federal adelantó la bajada de tipos esperada por el mercado con un anuncio de una bajada de 50 puntos básicos, situando los tipos en la franja 1-1,25%. En mi opinión, es además probable que anuncie una extensión de las operaciones de liquidez que lleva a cabo desde septiembre en los mercados de dinero (inyecta unos 60.000 millones de dólares mensuales, proceso que iba a acabar en abril y que a la luz de las circunstancias puede que se prolongue).

En el caso de la zona euro, dado que el margen para bajar tipos dentro de lo negativo es acotado y a veces quizá contraproducente, lo esperable es que se anuncie un programa extraordinario de liquidez a la banca condicionado a que los flujos puestos a disposición se empleen en extender crédito a las pymes, que como exponía son más vulnerables ante ‘shocks’ de liquidez.

Por último, los países pueden reaccionar a la situación con ciertos estímulos fiscales, como el tímido impulso anunciado por Italia, o los más contundentes de Corea del Sur o China.

Las consecuencias de estas medidas son aún inciertas. Funcionan más cuando existe demanda de crédito, y esta puede ser débil cuando se presentan tantos nubarrones médicos y económicos. En cualquier caso, sí aliviarán algo los riesgos temporales de iliquidez en segmentos de pymes críticas para el empleo. Por otro lado, la reacción de los bancos centrales puede contribuir a atenuar algo la volatilidad en los mercados, otro requisito previo para su correcto funcionamiento. Por último, la reacción de la política monetaria puede contribuir a minimizar el diferencial entre el estado emocional y el racional al que aludía al principio de este artículo.

A corto plazo, habrá que discernir si las caídas de las bolsas han provocado un menor efecto riqueza, que se traduce en menor consumo, y también si los menores crecimientos económicos pueden provocar problemas localizados en los mercados de bonos corporativos, especialmente en los EEUU. La pregunta más relevante, con todo, es si la recuperación, que llegará, será en forma de V, como se observó al remitir el SARS en 2003, o bien en forma de U.

Mi apuesta es que veremos una recuperación a dos velocidades, V o U, en función de las geografías.