Se está desarrollando otro fenómeno que afecta al comercio mundial: el ‘insourcing’, la relocalización de fábricas en países que en su momento no resistieron la tensión competitiva asiática

En el momento en que redacto estas líneas, un equipo de negociadores de alto nivel de los EEUU está volando a Pekín para encarar la última fase de un eventual acuerdo o desacuerdo comercial entre ambos países, lo que determinará si el 2 de marzo entran en vigor o no los mayores aranceles en muchas décadas, algo que podría afectar substancialmente al comercio y al crecimiento mundiales.

Entendamos lo que está en juego.

Primero, China exporta a EEUU unos 450.000 millones de dólares en bienes. EEUU, unos 150.000 a China. De ahí que la relación sea asimétrica, y al tener más que perder China que EEUU, es posible que de producirse un acuerdo, sea China la que más ceda.

Segundo, EEUU presenta un superávit comercial con China en el comercio de servicios (turísticos y no turísticos). La Administración Trump centra toda su retórica en los bienes, obviando los servicios, a pesar de que estos son poco elásticos a precio y por lo tanto, estratégicos. Una parte de este superávit se genera porque China envía un número elevado de estudiantes a educarse en la formación superior de los EEUU, algo que China no quiere cortar, y factor que algunos oficiales de inteligencia de los EEUU miran con suspicacia.

Tercero, con la globalización, las empresas industriales han construidos líneas de suministro (‘supply chains’) en que los productos son ensamblados en diferentes geografías. El grado de globalización medido en el porcentaje de los productos de un bien que se generan en las cadenas de suministros internacionales oscila entre el 0% y el 90%, con muchos países presentando saldos de entre el 40% y el 80%. Estas cadenas se establecieron bajo el mantra de que existía certidumbre arancelaria. Si desaparece esta certidumbre, muchas cadenas están en riesgo. Eso puede explicar la gran debilidad del sector industrial global (los índices de gestores de compra manufactureros globales se sitúan en el peor nivel de los últimos tres años).

Cuarto, en economía, lo que es relevante no es una mala noticia (la imposición de un arancel) sino la incertidumbre. Si en una economía como la china pesan mucho las inversiones (43% del PIB), estas se resienten y los empresarios no saben a qué atenerse en algo tan importante como los aranceles de sus exportaciones a su cliente de mayor dimensión. Este factor, en parte, explica por qué el crecimiento de las inversiones chinas presenta hoy el menor nivel en dos décadas, lo que explica que el aumento del PIB chino se sitúe en el menor nivel en 30 años. Aunque se ponga fin a la incertidumbre, parte del daño ya está hecho.

Quinto, silenciosa pero constantemente, se está desarrollando otro fenómeno relevante que afecta al comercio mundial: el ‘insourcing’, que comprende la relocalización de fábricas hacia países que en su momento no pudieron resistir la tensión competitiva asiática. Según se han encarecido los costes laborales, sobre todo en China, al computar los costes de transporte y al tener en cuenta la incertidumbre que generan los aranceles, varias empresas están cerrando unidades de producción en China, y trasladándolas a países más baratos y con menos riesgo arancelario (Camboya, Vietnam), a puntos más cercanos (resurgimiento de la industria de maquiladoras en el norte de México) o incluso a lugares de origen en Europa y en EEUU, de mayor coste laboral, pero también de mucha mayor productividad.

Sexto, haya o no acuerdo, muchas secuelas continuarán. Parte de la problemática comercial no reside en saldos de exportaciones e importaciones que puedan parecer desequilibrados, sino en percepciones asociadas a la seguridad nacional. EEUU se queja de prácticas chinas que exigen la transferencia forzada de tecnología, algo que unido al programa ‘made in China 2025’ puede a su juicio poner en juego la supremacía tecnológica y por lo tanto militar de los EEUU. Correcta o incorrecta, esta visión, que comparten muchos de los asesores del presidente Trump (y también buena parte de los demócratas e incluso aliados europeos y asiáticos de EEUU), va a continuar. Luego si hay acuerdo, seguirá habiendo barreras importantes (hemos observado el último año no solo las acusaciones contra Huawei por supuesto espionaje sino esfuerzos de EEUU y países europeos para vetar operaciones de adquisiciones de empresas occidentales consideradas estratégicas por parte de compradores chinos). No volveremos al mundo de hace dos años, y por lo tanto de ahí se colige que las redes de ‘supply chain’ seguirán experimentando disrupción.

El comercio mundial ha crecido durante décadas más que el PIB mundial. Ha sido positivo para el mundo, y está íntimamente relacionado con el hecho de que cada año 40 millones de personas hayan abandonado la pobreza extrema. Esta época dorada, con sus excesos, mayores o menores, toca a su fin. La clave hoy es determinar si podemos encontrar nuevos vientos de cola que ayuden al tan necesitado crecimiento mundial.

Y se me ocurren pocos.