Dadas las conexiones de Epstein y la cantidad de personas de altos vuelos que se beneficiaron de transporte en su ‘jet’ privado, han circulado todo tipo de mensajes que plantean que no se suicidó

El pasado 10 de agosto, aparecía colgado en su celda el cuerpo sin vida del financiero norteamericano Jeffrey Epstein. El finado había sido detenido al salir de su ‘jet’ privado, que le traía de vuelta de París el 6 julio de este año, acusado por la fiscalía de Palm Beach de incitar a la prostitución a decenas de chicas menores entre 2002 y 2005, muchas de las cuales acabaron siendo violadas tras ofrecer servicios de masajes por los que supuestamente habían sido contratadas. El financiero se declaró “no culpable”.

Dadas las excepcionales conexiones de Epstein, y la cantidad de personas de altos vuelos que se beneficiaron de transporte en su ‘jet’ privado, han circulado todo tipo de mensajes vía redes sociales que plantean que Epstein no se suicidó, sino que fue asesinado en su celda para evitar que saliera a la luz la red de usuarios de prostitución infantil que él había gestado, alguno de los cuales, según dichos mensajes, pertenecía a la realeza británica. Tan escabroso ha sido el asunto que el propio presidente Trump, en su momento amigo de Epstein, ha retuiteado desde su cuenta oficial uno de estos ‘bulos’ que acusa al entorno de la familia Clinton del asesinato.

Veamos los hechos. Jeffrey Epstein acumuló una enorme fortuna personal desde los años ochenta asesorando las inversiones de altos patrimonios (uno de los cuales acusó a Epstein de haberle robado 50 millones de dólares mediante dicho ‘asesoramiento’). La adicción al sexo con menores por parte de Epstein venía también de muy atrás. Sabemos que los fiscales de Florida intentaron encerrarle por pedofilia, tras acumular evidencias sobre sus actos —alguna de las víctimas tenía tan solo 14 años—. El equipo de abogados de Epstein consiguió en 2008 mutar la acusación y pactó con la fiscalía un año de cárcel a cambio de reconocerse como “incitador a la prostitución de menores”. Este fallo fue muy criticado en su momento por dar pie a la idea de que las conexiones y el dinero acababan provocando un sistema penal en los EEUU en el que los ricos tienen muchas más posibilidades de salir casi indemnes.

Parece que los comportamientos no se extinguieron, y que Epstein se siguió procurando menores tanto en sus residencias (Nueva York, Bahamas, París, Nuevo México) como en su ‘jet’ privado, bautizado al efecto por los medios como el ‘Lolita express’. Aparte del tiempo empleado en estos menesteres, Epstein cultivó una red de relaciones con científicos muy prestigiosos(incluyendo el famoso Stephen Hawking), a quienes financió sus investigaciones con ayudas económicas muy importantes (Harvard University fue una de las más beneficiadas, de hecho, aceptó estas donaciones incluso después de su condena de 2008 en la que Epstein había admitido el delito de incitar a menores a la prostitución), y a los que procuró el uso de su avión para acudir a todo tipo de encuentros de conocimiento. Como la lista de viajeros se ha hecho pública, mucho científico respetado ha sido ahora vilipendiado.

Tras el arresto del financiero, este fue recluido en una prisión de máxima seguridad. Su equipo de abogados pidió el arresto domiciliario, algo que fue denegado por el juez del caso el 18 de julio. El día 23, se encontró al preso tendido sobre el suelo inconsciente, con marcas en el cuello, por lo que se le sometió a una vigilancia de 24 horas en un protocolo antisuicidio. Sus abogados recurrieron al juez, dado el enorme coste personal que este programa supone, y este finalmente accedió a retirarle el protocolo el 9 de agosto. Con todo, el preso sería vigilado cada media hora.

Como he dicho, Epstein apareció muerto la noche del 9 al 10 de agosto. A pesar del protocolo de vigilancia intensiva, esta no se llevó a cabo entre las 3:30 y las 6:30 esa madrugada, ya que los dos empleados penitenciarios responsables se quedaron dormidos, al haber trabajado más horas de las reglamentarias. Para evitar daños, falsificaron los registros para fingir que sí habían hecho las visitas. Como consecuencia, el responsable de las prisiones federales de EEUU (Hugh Hurwitz, que llevaba ‘provisionalmente’ en el cargo desde mayo de 2018) sería cesado unos días más tarde por el fiscal general. El cuerpo sin vida de Epstein fue descubierto a las 6:30 colgado del cuello con una sábana.

A partir del día 10 de agosto, proliferaron todo tipo de teorías conspiranoicas asociando el ahorcamiento a un complot para evitar que Epstein hablara. Como hemos visto, Trump retuiteó ese mismo día a sus 62 millones de seguidores la “noticia” que acusaba a “la mafia Clinton” del “asesinato” (Bill Clinton utilizó 12 veces el avión, por tan ‘solo’ una de Donald Trump, viaje que sirvió de excusa al campo contrario para acusar a la “mafia Trump” del deceso).

La realidad es que la autopsia confirmó el día 15 de agosto que se había tratado de un suicidio. Pero no importa, porque el ser humano está programado para creer las mentiras, y especialmente las conspiraciones, con mucha más intensidad que las verdades1. Y el populismo, gran conocedor del ser humano, aprovecha esta debilidad para ir poco a poco minando la verdad, y con ella, a las instituciones, y con ellas, a las propias democracias, como bien expone Runciman en ‘Cómo muere una democracia’.

El suicido de Epstein ha evitado hacer justicia plena para las decenas de chicas que la reclamaban. Hoy solo queda el consuelo de que su fortuna (unos 400 millones de dólares) haga frente mínimamente al enorme mal causado. Sin embargo, lo que queda de este escabroso caso es nuestra terrible, casi indefensa condición ante el mundo de mentiras que cada vez polarizan y resienten más a nuestras sociedades.

El Evangelio afirma “la verdad os hará libres”… Pues caminamos hacia nuestra bien merecida esclavitud.

1 Véanse las investigaciones de Gilbert en los noventa. Las de Hasher en 1977. Las de Van Bavel en 2017. Por eso se retuitean más las ‘noticias’ falsas que las verdaderas, como han probado los investigadores del MIT en 2018.